En 2004 se cumplen 10 años de la puesta en marcha del primer grupo de trueque en España. Desde entonces hemos visto formarse numerosos grupos, algunos con mejor fortuna que otros, si bien todos han sido experiencias interesantes y en muchos casos han significado un importante revulsivo a la hora de comprender el fracaso del sistema económico actualmente hegemónico y de esbozar algunas ideas sobre cómo ir construyendo alternativas a éste.

Los grupos de trueque representan un intento de potenciar el intercambio entre personas de servicios, bienes o cualquier actividad que tenga valor para aquéllas, pero sin utilizar el dinero, o para ser más exactos, el dinero oficial como el euro. Algunos grupos, como El Foro de Madrid, llevan funcionando ya varios años con gran estabilidad y una importante cantidad de intercambios, aunque quizá el verdadero valor de su actividad sea lo que hemos aprendido a lo largo de todo este decenio.

En primer lugar, nos ayuda a entender que son las personas, no el dinero, quienes satisfacen las necesidades. Incluso en un pequeño grupo de trueque, impresiona comprobar la cantidad de recursos, conocimientos y útiles de que disponemos y que pueden servir a otras personas.

También aprendemos que toda persona tiene algo que ofrecer de utilidad para los demás. Esto parece una obviedad y, sin embargo, es contrario a la lógica del actual sistema: mucha gente tiene capacidades y talentos que no son valorados, y por eso queda excluida de un mercado laboral cuyo único objetivo es maximizar la productividad y el beneficio, no la utilidad social.

En el trueque, yo doy o presto un bien que tengo, o mi tiempo, y en el futuro tú prestarías algo que tienes, o tu trabajo, a otra persona. Normal, ¿no? Sin embargo, también va en contra de la lógica del actual sistema económico, en el que quien presta sus recursos espera cobrar intereses. Este sistema monetario basado en préstamos con intereses quizá sea uno de los principales y a la vez más siniestros rasgos de la actual economía global: implica una transferencia constante de riqueza desde donde hay menos a donde hay más; sea entre personas, sea entre regiones, los bancos y los ricos siempre salen ganado. Y por otro lado, el sistema bancario de intereses implica que la economía tiene que estar en crecimiento continuo, a fin de generar la riqueza necesaria para devolver el préstamo más los intereses.

El trueque también permite que la medida de valor de un intercambio la decidamos nosotros: gestionamos nuestro dinero, es decir, los vales que utilizamos para indicar que se ha realizado un intercambio, y decidimos colectivamente el valor de lo que intercambiamos. Lo que es totalmente contrario al sistema hegemónico, en el que el Estado, y aún más los bancos, crean y gestionan el dinero, y deciden quién puede acceder a él y quién no. Y donde el valor está determinado por una supuesta mano invisible que establece el precio natural del mercado.

Hemos aprendido muchas cosas de los grupos de trueque, y podemos seguir aprendiendo más. Entre otras, el valor de darnos un poco más de confianza a la hora de soñar con otro mundo posible. Decía Antonio Machado que “todo necio confunde valor y precio”. Pues bien, si el trueque nos ayuda a aprender a ser un poco menos necios, aunque sólo sea por ello, merece la pena.

Daniel Wagman. El Ecologista nº 41