En marzo de 2005 se encontraban paradas, a causa de problemas técnicos, las centrales nucleares de Garoña (Burgos), Ascó I y Vandellós II (estas dos últimas en Tarragona). Es decir, se ha parado de manera simultánea la tercera parte de las centrales españolas con, también, una tercera parte de la potencia nuclear instalada, aproximadamente. Este hecho, lejos de ser casual, es una indicación de que el estado de seguridad de las plantas españolas deja mucho que desear. Los condicionantes económicos que se anteponen a la seguridad, la antigüedad de algunas plantas y la falta de firmeza y control del Consejo de Seguridad Nuclear son las causas de este preocupante estado de cosas.

La falta de inversiones de los propietarios de las centrales nucleares ha sido clave para entender el mal estado de conservación en el que se encuentran. Para moverse mejor en el entorno competitivo de generación de electricidad actual, los gestores de las centrales prefieren ahorrarse dinero a satisfacer unas mínimas condiciones de seguridad. Así lo ha reconocido el propio Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) en los informes elaborados sobre la corrosión aparecida en Vandellós II. También lo reconoció en la gestión de los problemas de la central nuclear de Zorita (Guadalajara) en 2002, en los que se acusó sin ambages a Unión Fenosa, propietaria de la central, de no tener una mínima cultura de seguridad.

Las nucleares invirtieron en mantenimiento durante 2003 un 59% menos de lo que lo hicieron en 1996. La reducción de inversiones comenzó en 1997, tras el cambio legal que obligó a los explotadores de las centrales a pagar todas sus inversiones. Hasta ese momento las pagaba el consumidor a través de la tarifa de la electricidad.

Fallos en tres generaciones

Las centrales que se encontraban paradas en marzo de 2005, Garoña, Ascó I y Vandellós II, son respectivamente de la primera, segunda y tercera generación. Es decir, entraron en funcionamiento en los 60, 70 y 80, respectivamente. Por tanto la antigüedad de las centrales explica sólo una parte de los problemas. En el caso de Garoña se ha encontrado un fallo en las válvulas de venteo del edificio de la contención, elementos claves en caso de que ocurriera un accidente similar al de Harrisburg (EE UU, 1979). En este caso, el fallo de estas válvulas bien puede explicarse por la antigüedad de la central de casi 35 años. El problema se detectó durante la parada para recarga y cabe preguntarse qué habría ocurrido en caso de un accidente que obligara a ventear la contención. A pesar de esto, el CSN se apresuró a asegurar que el incidente no tenía efectos sobre la seguridad.

En Ascó I ha fallado un transformador, probablemente por falta del mantenimiento apropiado. Aunque se trata de elementos no nucleares, los transformadores pueden afectar a la seguridad de la central, sobre todo en caso de incendio, puesto que están llenos de un aceite cuya inflamación puede propagarse a otros sistemas. Hay que recordar que en el accidente nuclear más grave de la historia de España, el de Vandellós I en 1989, el fuego empezó en la turbina y se extendió a otros sistemas poniendo en grave peligro la seguridad de los elementos nucleares.

No es éste el primer transformador que falla en las centrales españolas. Se registraron fallos previos en la propia Vandellós II. Otros graves problemas de mantenimiento se registraron en los generadores diesel de emergencia en la central nuclear de Almaraz (Cáceres), lo que obligó a su cambio por uno nuevo. Hasta que éste se produjo, el CSN permitió a la central funcionar con condiciones de seguridad degradada con un conjunto de generadores menores.

Finalmente, salió a la luz el problema de Vandellós II, consistente en las fugas por corrosión de las tuberías de los dos circuitos de aguas de sistemas esenciales de la central. Se trataba de un fallo anunciado, puesto que ya se detectó dicha corrosión en 1993, y la rotura que dio lugar a la fuga apareció el 25 de agosto de 2004. Sin embargo, el Consejo de Seguridad (CSN) permitió a la central continuar en operación sin proceder a una reparación definitiva.

Esta excesiva permisividad del CSN ha hecho que la central tenga que parar ahora, en una situación absolutamente desfavorable para el sistema eléctrico español, puesto que además de las otras dos nucleares paradas, la capacidad de producción hidroeléctrica se halla muy mermada por la sequía. Además, dos de las centrales que han fallado están en Tarragona, muy próximas entre sí, por lo que la estabilidad de la red eléctrica local podría verse afectada.

Las centrales nucleares se han presentado a menudo como las plantas que garantizan el suministro base de electricidad debido a su capacidad para funcionar de forma continuada. Pero los problemas de seguridad inherentes a sistemas tan complejos, muy envejecidos en algunos casos, y cuyas condiciones de mantenimiento están lejos de ser óptimas, ponen en entredicho tal afirmación. La realidad muestra que las centrales fallan y sufren paradas no programadas muy a menudo. La mencionada parada simultánea de tres centrales muestra a las claras que las nucleares no son una garantía para el suministro. Quizá por esto, por la falta de confianza en este tipo de centrales, el parque eléctrico español está tan sobredimensionado.

La situación de Vandellós II

Como hemos comentado, en agosto de 2004 se detectó una fuga de agua de refrigeración de los servicios esenciales de la central. Este sistema consiste en un circuito que recoge agua del mar y la distribuye para extraer el calor de diversos elementos de la central que son claves para su funcionamiento y seguridad. Es imprescindible extraer el calor producido en sistemas que van desde la refrigeración de la sala de control hasta la extracción de calor del núcleo, para lo que hay que garantizar un flujo permanente de agua. Dada su importancia, el sistema de agua de servicios esenciales está duplicado, de modo que si fallara uno podría entrar en acción el otro.

El agua del mar es muy corrosiva. Se observó, en la fecha mencionada del 25 de agosto de 2004, que ambos circuitos de refrigeración estaban aquejados por la corrosión y presentaban fugas. Se trataba de un hecho grave que indicaba un mal diseño de la central, puesto que la corrosión había aparecido en 1993, tras 5 años de funcionamiento. El CSN restó importancia al suceso y lo calificó como Nivel 1 en la escala INES de sucesos nucleares, aunque recientemente lo ha aumentado a Nivel 2 (hay que recordar que Vandellós I fue cerrada tras un incidente de Nivel 3). Sin embargo, a finales del verano de 2004 decretó una serie de medidas que deberían tomar los explotadores de la central para limitar el problema, algunas de las cuales deberían haberse realizado sin detener la central y otras en parada caliente. Además, el CSN solicitaba la identificación de medidas que el explotador pudiera tomar a corto plazo para limitar el problema, así como la presentación de un plan de acción en el primer trimestre de 2005.

Pues bien, las recomendaciones del CSN en parte se incumplieron y en parte se han revelado insuficientes. La fuga ha aumentado por efecto de la corrosión hasta extremos que han obligado a detener la central antes de la parada prevista para recarga. El CSN y los explotadores de Vandellós II han estado jugando con la seguridad de las personas y el medio ambiente. La central debería, al menos, haberse detenido tras el incidente de 2004 y haber sido sometida a las pruebas hidrostáticas y a las reparaciones necesarias. Vandellós II ha estado funcionando con condiciones de seguridad degradada por la permisividad del CSN.

Deficiencias del CSN

Tras estudiar el informe emitido por el propio CSN, titulado Informe sobre la Degradación del Sistema de Servicios Esenciales de Vandellós II, se pueden detectar graves fallos en la actuación de este organismo de control. El informe carga las tintas sobre las omisiones de información y fallos de gestión de la empresa y se habla muy duramente de la falta de cultura de seguridad de ANAV –la Asociación Nuclear Ascó-Vandellós, constituida por Endesa e Iberdrola, que gestiona la central–, que está dispuesta a rebajar las condiciones de seguridad por motivos económicos. Detalles como la baja calidad de la pintura que usó en las bocas del hombre, que sirven para inspeccionar la tubería por dentro, muestran un claro desprecio hacia la más elemental cultura de seguridad.

Además, se señalan deficiencias en la organización de la operación de la central y en la forma en que se actuó frente al problema de corrosión. En efecto, ANAV no dudó en cambiar de empresa de mantenimiento en el año 2000 por una que era más barata pero menos concienzuda. Y llama la atención, también, la falta de comunicación oficial al CSN de la evolución de la corrosión en el circuito que recoge agua de mar.

Sin duda todos estos extremos son ciertos, pero cabe también señalar graves defectos en la forma en que el CSN ha gestionado los problemas. En primer lugar, la corrosión aparece por un problema de diseño de las tuberías del sistema de aguas esenciales: se le añaden unos sistemas catódicos anticorrosión y unas bocas del hombre que permitan registrar estos sistemas. Pero fue justamente en las bocas del hombre donde se produjo la corrosión. Este diseño fue supervisado –o al menos debió serlo– por el CSN en el proceso de licenciamiento de la central, allá por 1988, y desde luego cabe preguntarse porqué los técnicos del CSN dieron por bueno este diseño que ha dado tantos problemas. Si no se sabía lo bastante sobre ese tipo de tubería estaríamos, como tantas veces, ante un experimento tecnológico que pone en riesgo la seguridad de los ciudadanos y del medio ambiente.

En segundo lugar, llama la atención que la corrosión se descubriera en 1993 y que hasta la rotura de la tubería, en agosto de 2004, el CSN no tuviera noticia alguna del proceso de corrosión. La falta de información por los explotadores de la central no es un argumento suficiente para liberar de responsabilidad al CSN. Es de esperar que este organismo disponga de medios propios para detectar un problema de esta índole, tan extendido en el tiempo y en el espacio. Si no lo detectaron, las inspecciones del CSN se han revelado claramente insuficientes y aparecen dudas sobre su calidad. Y si lo hicieron el asunto resulta aún más grave puesto que no le llevaron a realizar ninguna actuación.

En tercer lugar, fue el CSN el organismo que autorizó la puesta en marcha de la planta a finales de agosto de 2004, tras unas reparaciones que fueron insuficientes, como los hechos han venido a demostrar, y sin realizar las pruebas hidrostáticas necesarias. ¿Por qué se dio tanta prisa el CSN en permitir la puesta en marcha de la central, en lugar de realizar sus propias comprobaciones y obligar a la central a hacer nuevas pruebas para verificar la solidez de las reparaciones?

Todas estas pésimas actuaciones por parte del CSN no se pueden justificar de ninguna manera por el hecho de que los Consejeros y Consejeras estén peleados entre ellos, lo que se ha aireado abundantemente en la prensa. Algunos medios de comunicación se han cebado en la crítica de la animadversión de la Presidenta hacia los otros consejeros, pero los sucesos en las centrales demuestran un claro relajo en las labores de control de este organismo y dan sensación de impunidad a los explotadores de las centrales nucleares.

Ante esta situación, en la que se constata una vez más que las condiciones de seguridad de la producción de energía nuclear están lejos de ser las apropiadas, lo más procedente es acometer de una vez el cierre escalonado de las centrales nucleares españolas para alejar la amenaza de accidente. El cierre debe ser progresivo para asegurar el suministro de electricidad y la estabilidad de la red.

Francisco Castejón, Ecologistas en Acción. El Ecologista nº 44