¿Qué cosas se producen y cuáles se extraen? ¿Qué nos hace felices? Hasta 99 preguntas, con sus respuestas, configuran la propuesta de un currículo escolar alternativo con el que ver el mundo de otra manera.

Marta Pascual y Fernando Cembranos, Área de Educación Ecológica de Ecologistas en Acción. Revista Ecologista nº 89.

Imaginad que en vez de pasar un mínimo de diez años de vuestra vida repitiendo lecciones y respondiendo en exámenes respuestas “correctas”, os hubierais dedicado a indagar si las cosas son como nos dicen, a mirar por el revés las “verdades” que se nos cuentan. Imaginad que en vez de pasar esos años resolviendo problemas con datos inventados, hubierais intentado resolver problemas auténticos: repartir con equidad, tomar decisiones en grupo o defender vuestro parque.

El currículo que se enseña y (con lagunas) se aprende en el sistema educativo es coherente con el pensamiento hegemónico. Ese que defiende que la educación es un gasto y sin embargo un nudo de autovías una inversión, el que da por hecho que es posible el crecimiento sin límite en un planeta finito. Por eso, podemos pasar toda nuestra etapa educativa (y quizá toda nuestra vida) sin preguntarnos jamás cómo vivir en un mundo vivo y justo. Y pocas cosas hay más pertinentes para los seres humanos.

Necesitamos hacernos preguntas que desmonten las “verdades” del pensamiento único y construyan un nuevo paradigma cultural que nos permita sobrevivir en el planeta Tierra y hacerlo con dignidad y equidad. Y vivir experiencias que nos acerquen a otra forma de entender la vida y la relación con el medio natural.

Ya es conocido que estamos destruyendo la red de ecosistemas que han permitido nuestra vida en la biosfera. El metabolismo tecnoindustrial del modelo de producción y consumo se alimenta de los materiales ricos (termodinámicamente) de la corteza terrestre y de la materia altamente organizada de la vida y le devuelve pobreza orgánica y desorden termodinámico. Es decir, menores posibilidades de seguir con la vida compleja que hemos conocido y disfrutado.

Ilustración María Zúñiga. Copyright Oficial ©2016,emezetaeme. Todos los derechos reservados.

Un declive energético

Junto con el desastre del cambio climático que amenaza el equilibrio necesario de la biosfera, nos encontramos a las puertas de un declive energético largo y tal vez turbulento. Vamos a tener que sobrevivir y vivir con menos energía, lo que significa cambiar casi todo de lo que conocemos: alimentación, transporte, entretenimiento, tecnología, ciudades, industria.

Nos encontramos ante la descomposición del capitalismo global, que fagocita todo aquello que es colectivo, público, comunitario, sano, o tiene valor. La irreversible pérdida (a escala humana) de la biodiversidad aún lo va a poner más difícil. Necesitamos urgentemente cambiar de rumbo, entender la tierra de otra forma, aprender a vivir de una manera justa y en paz con el planeta.

Sin embargo, a pesar de este panorama, puede decirse que el sistema educativo formal, está “a por uvas”. (Lo mismo podríamos decir de la cultura común que se difunde cada día en los telediarios, tertulias, periódicos, etc.). “El crecimiento económico facilitará la solución de los problemas medioambientales”. “El balance de la UE es bueno porque su PIB ha crecido más”. “La tecnología se ocupa de aportar los medios necesarios para satisfacer las necesidades humanas”. “Los países desarrollados son los primeros en tomar medidas para proteger el medio ambiente”. Estas ideas suicidas y otros desaciertos se estudian cada día en la escuela. La propuesta curricular para salir de ahí es más de lo mismo: más tecnología, producción, hipermovilidad, crecimiento… Categorías todas ellas que nos llevan a mayor velocidad hacia el colapso ecológico y social.

Educación crítica

La escuela es uno de los espacios centrales donde se construye nuestra comprensión del mundo. Puede ser por tanto herramienta para esta necesaria reconstrucción cultural.

La educación crítica ha estado más centrada en denunciar las metodologías obsoletas y antidemocráticas de la escuela tradicional y visibilizar su proceso de mercantilización, que de analizar el paradigma dominante que estudian los contenidos. Siendo muy interesante el trabajo desarrollado por la educación crítica, necesitamos completarlo con aquel que busca un cambio de paradigma, una manera diferente de entender el mundo.

El profesorado sensato no quiere oír hablar de más contenidos, y menos aún en formato memorístico-magistral. Por eso y tras un intenso trabajo entre el movimiento ecologista y los movimientos de renovación pedagógica hemos acordado formular un currículo alternativo en forma de preguntas. Preguntas que hemos de hacernos e investigar colectivamente. Junto a ellas proponemos una serie de experiencias que acerquen a otras formas de estar en el mundo.

La búsqueda de respuestas a estas preguntas (con diferentes niveles de complejidad y diferentes recorridos en función de la edad) y la práctica de estas experiencias (junto con otras muchas) conformarían el recorrido educativo de las niñas y niños en una formación básica para vivir en un mundo justo y sostenible.

Pedagogía de la sospecha

No nos referimos a las preguntas de un examen, a los ejercicios del final de la lección ni a indicadores para calificar al alumnado. No son preguntas de respuesta rápida, sino generadoras de otras preguntas, que visibilizan y desvelan. Se trata de practicar la pedagogía de la sospecha acerca de las “verdades” que nos presentan como incuestionables desde la cultura del consumo, del beneficio monetario, del crecimiento económico y del antropocentrismo fuerte. Y dar cabida a otras fuentes de conocimiento y lecturas que la cultura hegemónica ha ninguneado o secuestrado porque le resultaban molestas.

En el envés de las preguntas están las experiencias con las que vamos haciendo músculo para intervenir sobre nuestra realidad, porque sabemos que el cambio necesita de sueños, de conocimientos, pero también de habilidades complejas.

El documento 99 Preguntas y 99 Experiencias para Aprender a Vivir en un Mundo Justo y Sostenible se estructura en tres bloques (necesarios los tres para una mirada equilibrada) que a su vez se dividen en preguntas y experiencias. Los tres se entrecruzan y solapan, como en la vida misma, siendo muchas veces difícil encuadrar las preguntas y experiencias en uno u otro. Estos son: mundo y sostenibilidad, relaciones y comunidad y desarrollo personal.

Las preguntas son muy diversas. Muchas de ellas apuntan a un cambio de paradigma: ¿Es posible el crecimiento infinito en un planeta finito? ¿Qué problemas ambientales no resuelve la tecnología? ¿Qué cosas se producen y cuáles se extraen? ¿Cuánta energía cuesta obtener la energía? ¿Qué papel juega la energía en la historia de la humanidad? ¿Qué mueve a las grandes compañías? ¿Cómo surgió la propiedad privada? ¿Qué nos hace felices? ¿A cuánto tocamos de aire limpio, agua, energía, tiempo de otras personas, croquetas? ¿Cómo sería la historia si la hubiesen escrito las mujeres?

La búsqueda de respuestas a esas preguntas puede cambiar las ideas previas fuertemente instaladas en la cultura dominante.

Preguntas y propuestas para vivir

¿Cuánta energía hay disponible para la humanidad? A primera vista la respuesta parece sencilla: infinita, o al menos ilimitada a escala humana. Y eso es lo que piensa la mayoría de la gente y en lo que descansa nuestra tranquilidad. Pero a medida que se profundiza empiezan a asomar los límites. La energía llega muy dispersa a la superficie terrestre. Además las renovables en general requieren de más gasto de energía que los combustibles fósiles para poder disfrutar de ellas.

La nuclear, además de los problemas graves de contaminación radiactiva, depende de materiales que escasean en la corteza. La vida no se lleva muy bien con altas concentraciones de energía (volcanes). Los combustibles fósiles ya están en recesión y además provocan cambio climático. ¿Es posible que el mito de la energía ilimitada no esté muy fundamentado? Siempre es posible acudir a otro mito: ¡Ya se descubrirá otra fuente de energía! ¿Y si no ocurre, como está pasando por el momento? ¿Y si la que se encuentra es aún más peligrosa y contaminante? La mera investigación obliga a cambiar la percepción dominante que se estudia sin filtro en las escuelas y puede resultar suicida.

Proponemos también experiencias educativas deseables que apuntan hacia un mundo sostenible y solidario y pueden ser trampolines para el empoderamiento. En muchos casos son experiencias reales, no simulaciones o ensayos. En otros son ejercicios que permiten ensanchar la mirada: Vivir un tiempo con lo rigurosamente imprescindible. Ir en bicibus al colegio. Regenerar un trozo de río o de territorio. Realizar tareas de mantenimiento: coser, remendar, reparar. Investigar qué pérdidas valiosas hacen crecer el PIB. Conseguir un consenso en un debate difícil. Desarrollar un proyecto de micropolítica. Realizar tareas de cuidados. Denunciar tropelías ambientales.

La transformación necesaria no se podrá hacer sin la escuela. Y necesitamos cambiar lo que ocurre en esta. Desde ella (también desde la educación formal, desde los medios de comunicación, desde el activismo…) podemos intentar enfrentar la crisis ecosocial de modo que todos los seres humanos tengamos vidas dignas de ser vividas. No podemos delegar el saber ni el saber hacer en quienes priorizan los mercados frente a las personas. Os proponemos practicar preguntas y experiencias que construyan una nueva cosmovisión y sean trampolines de empoderamiento colectivo.