El lunes 4 por la mañana se empezó a talar una palmera de las de la plaza de España, una situada hacia el extremo sur, a la izquierda de una de las escalinatas de la plaza. Se taló hasta cierta altura, la operación no duró demasiado tiempo: en cuestión de minutos se acordonó una zona de seguridad y una grúa con un operario equipado con motosierra empezaba a talarla, otro a su vez en el lado opuesto tiraba con una cuerda para que la caída de la palmera se produjera en ese sentido. La apariencia de la palmera, era si de cierta inclinación; además ese día hacía bastante viento por lo que las palmeras se balanceaban y parecía incluso más su inclinación.

Cuando llegaron los operarios con el técnico responsable de la operación, se le preguntó que qué pasaba con la palmera, que por qué iban a talarla, a lo que el técnico contestó que “le habían avisado de que había crujido” y ante la alarma y según su verificación visual de una fisura en el tallo así como en apariencia una cierta tensión del cableado de luces que reposaba sobre ella, el criterio fue talarla “para curarse en salud” ya que al día siguiente iba a pasar la cabalgata de Reyes por allí y si pasaba algo la responsabilidad iba a ser de él.

Ante esta respuesta algunas personas alegaron si no se podían interponer otras medidas antes de cortar una palmera tan antigua y significativa como esa. No hubo lugar ni tiempo para otras opciones probables: acordonar la zona hasta verificar más en profundidad su estado y peligrosidad, sujetarla con cintas flexibles a alguna estructura sólida cercana, apuntalarla,…

A las 14:30 de la tarde la palmera estaba ya en el suelo, cortada en trozos, se la llevaron en un camión de parques y jardines desapareciendo todos los operarios de allí con ella. Quedó en pie -como triste testimonio- la parte inferior del estípite de la palmera, el cuál fue cortado en algún momento sin mucho público delante, entre el lunes por la noche y el martes 5 antes de las 10 de la mañana.

A raíz de un artículo de opinión en el diario digital “eldiario.es” titulado “Una vida de más de 100 años” el ayuntamiento sacó una nota de prensa con el informe técnico que tuvo en cuenta la Delegación de Parques y Jardines para tomar la decisión de talar la palmera. En el último párrafo se dice que al cortar lo que quedaba de palmera el día 5 se vio que presentaba signos de pudrición interna, se adjuntaban fotos de la misma.

A partir de aquí desde Ecologistas en Acción nos preguntamos varias cosas, cuestionando no tan sólo la actuación llevada a cabo sino sobre todo lo que subyace bajo ella.

Un signo de pudrición no es un signo de caída inminente, ni en el caso de una palmera ni en el de un árbol ya que hay árboles huecos que siguen viviendo, los cuales además tienen una perfecta estabilidad y otros árboles aparentemente en buen estado se caen porque su estructura radical (raíces) ha sido seriamente dañada, cosa no poco frecuente en el arbolado urbano.

Creemos que lo serio y riguroso -y por supuesto lo que merece el arbolado de nuestra ciudad- es que en casos como éste (de determinación de si un árbol puede ser un peligro o no) se siga un protocolo de actuación justificado y estudiado -en el que la tala se contemple siempre como última opción-, es decir, que existan unas decisiones basadas en un buen Plan de Gestión. Esto indiscutiblemente llevaría a disponer de un inventario exhaustivo del arbolado, con revisiones programadas, donde se pueda contrastar su estado con la situación anterior y dar respuesta a los cambios detectados en los árboles. Los notables avances de las técnicas de diagnóstico y tratamiento en los últimos años (georradares para estudiar el estado de la raíz, tomógrafos sónicos o tomógrafos de impedancia eléctrica para detectar huecos o madera podrida, resistógrafos que miden la resistencia de la madera, etc.), junto con una adecuada formación de los profesionales así como la concienciación de la ciudadanía y de los ayuntamientos en la elaboración y dotación de planes de gestión harían que la gestión del arbolado urbano fuera más rigurosa.

Los árboles, como seres vivos que son, necesitan continuos cuidados y más cuando están en un ambiente hostil como la ciudad. Revisar el estado de los miles de árboles de una ciudad es un esfuerzo enorme cuando no se ha hecho nunca o hace años que no se realiza.

A lo mejor la palmera se tenía que cortar pero no nos parece serio y riguroso el comentario de un responsable técnico de hacerlo para “curarse en salud” antes de ejecutar la tala de la misma.

“Los árboles no son un peligro, lo son en la medida que los responsables de su vida y mantenimiento no las gestionan correctamente. El árbol no puede ser una amenaza potencial para la ciudadanía. No hay que tener miedo a los árboles grandes. Los árboles deben recibir una buena gestión, se debe velar para que los árboles no presenten peligros o constituyan amenaza constante para la seguridad de la ciudadanía y los bienes que lo rodean, para ello hace falta gestión y presupuesto” (José Elías Bonells).

Echamos de menos, no en este caso sino en múltiples vividos en nuestra ciudad en relación al arbolado, mucha cultura del árbol así como una adecuada valoración de los múltiples beneficios que nos ofrece en nuestro entorno urbano. La falta de planificación y de gestión del arbolado a lo largo del tiempo no sólo en Mérida, sino en toda España, es algo habitual y que se debería cambiar si decidimos estar a la “altura” en el compromiso de lucha contra el Cambio Climático y para tener un ambiente saludable en nuestras ciudades. Los árboles tienen un papel imprescindible: más de un 20% de las emisiones de CO2 que la actividad humana genera y que ocasiona el calentamiento de nuestro planeta, lo absorben nuestros árboles, y no se lo reconocemos. (Un árbol de unos 20 años absorbe en un año el CO2 emitido por un vehículo que recorre de 10.000 a 20.000 km).

Así como la ciudad de Mérida es Patrimonio de la Humanidad, sus restos arqueológicos, su trazado urbano…, entendemos y queremos que también lo sean los árboles y vegetales que viven en la misma. ¿O es que estos seres vivos tienen menos valor para la Humanidad y merecen menos respeto que el patrimonio artístico y cultural de piedra de nuestros antepasados? Entendemos que el arbolado de nuestras ciudades forma parte de ese patrimonio a conservar, patrimonio natural pero al mismo tiempo cultural y social. Porque pensemos en la cantidad de “cosas” que nos dan los árboles que habitan las ciudades…

¿Os imagináis una ciudad sin ellos? Nos dan oxígeno, absorben la contaminación y el polvo, reducen la temperatura y dan sombra, aportan humedad y frenan el viento, aumentan la biodiversidad, sirven de refugio de fauna, espacios públicos de calidad y belleza, ¡incluso aumentan el valor monetario del suelo!, nos dan salud y bienestar,…

Y nosotras las personas ¿qué les damos a ellos? La respuesta ante tanta generosidad debería ser cuidado y respeto, buen criterio a la hora de hacer trabajos de planificación, gestión y conservación de este patrimonio que –no lo olvidemos- no es de un ayuntamiento o de una entidad gestora sino de todas las personas que habitamos esta ciudad.

Desde el movimiento ecologista vemos como el arbolado no es tratado correctamente desde tiempos lejanos, ¿siempre ocurrió así?, ¿desde cuándo el ser humano dejó de tratar bien a los árboles cercanos? Talas con criterio a nuestro parecer sesgado y escaso, podas abusivas, falta de protección frente a obras y zanjas, cosificación de los mismos en objetos puramente ornamentales, falta de programas educativos de sensibilización y divulgación sobre los árboles de la ciudad,… y tantas otras maneras de hacer o de no hacer, a nuestro parecer, sin sentido común….