Ecologistas en Acción considera que las previsiones sobre los efectos del cambio climático se están cumpliendo, y que hay que aplicar políticas de prevención ya que las soluciones puntuales de adaptación, como los aires acondicionados, provocan más emisiones de gases de efecto invernadero.

Vuelve el calor agobiante y renacen los temores a una situación como la que azotó el país durante la primera quincena de agosto del 2003, que había sido precedida por otras olas de calor también muy severas en junio y julio. El año pasado el calor provocó en España un exceso de mortalidad respecto al mismo periodo de años anteriores de 6.112 personas según el Ministerio de Sanidad o más del doble, 12.963, según los datos del Instituto Nacional de Estadística. En Francia, Reino Unido, Portugal e Italia las cifras oficiales se elevan a más de 22.000 muertos por las altas temperaturas. El verano del 2003 fue el más caluroso en Europa de los últimos 500 años, según ha publicado recientemente la revista Science.

Además del calor hubo intensísimas tormentas en puntos de Cataluña, País Valenciano y Aragón con descargas de agua de intensidad desconocida en tiempos muy breves.

Este año tal vez sea menos extremo, como han indicado algunos meteorólogos en los medios de comunicación, pero no se puede ignorar que los científicos consideran que estamos en una tendencia climática de aumento de las temperaturas y las precipitaciones intensas. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPPC en sus siglas inglesas) en su tercer informe de evaluación del año 2001 ha establecido que, con una probabilidad de certeza de más del 90%, desde el año 1950 se ha experimentado un cierto incremento en la frecuencia de temperaturas extremas calurosas mientras que claramente se han reducido las temperaturas muy frías. Además consideran probable (con una seguridad de más de 66%) que en las latitudes medias y altas del hemisferio Norte (Europa, China, Japón, EEUU y Canadá) la frecuencia de episodios de lluvias torrenciales haya aumentado durante la última mitad del siglo pasado de un 2% a un 4%.

En definitiva, aunque atribuir un fenómeno en apariencia anómalo al cambio climático entraña cierta inexactitud, ya que siempre pueden encontrarse en el pasado otros fenómenos similares debidos a la variación natural del clima, es evidente que la repetición con una frecuencia inusitada de fenómenos extremos sí es un indicador claro de cambio climático. Y esto es exactamente lo que está ocurriendo en los últimos tiempos. Las previsiones del IPCC para el siglo XXI son, con una probabilidad mayor del 90%, de aumento de los días cálidos y las temperaturas máximas y de fenómenos de lluvias torrenciales más intensos.

Es evidente que el cambio climático no es un fenómeno sólo ambiental sino de profundas consecuencias económicas y sociales. Las pérdidas de cosechas en Europa el año pasado por el calor ascendieron a 12.300 millones de dólares, según la aseguradora Swiss Re. Las olas de calor disuaden el turismo, que es un contribuyente notable del PIB español, y conduce a un mayor consumo de energía eléctrica, debido en gran medida a la utilización de los aires acondicionados. Ya se ha superado este junio en un 5% el máximo de consumo eléctrico que batió marca el verano pasado, y somos un país muy dependiente energéticamente. El precio de no actuar sobre el cambio climático no sólo lo pagarán carísimo las generaciones venideras, sino que también es muy perceptible en la actualidad.

Para Ecologistas en Acción las llamadas políticas de adaptación al cambio climático que se defienden vehementemente desde los sectores que se niegan a actuar para frenar el fenómeno, muy probablemente resultarán ineficaces o incluso intensificadoras del cambio climático. A título de ejemplo el uso masivo de aires acondicionados no reduce el calor acuciante de las calles y aumenta el consumo de energía y en consecuencia las emisiones de CO2, principal causante del cambio climático.